¿Los probióticos son sanos para los bebés?
En años recientes, los probióticos han adquirido popularidad por sus efectos positivos en el tracto digestivo. De hecho, los alimentos enriquecidos con probióticos son declarados como más saludables que los que no los contienen. Sin embargo, muchos padres se han preguntado si los bebés y niños pequeños pueden sacar el mismo provecho de ellos que los adultos o si, por su sistema digestivo más delicado, realmente les hacen daño.
Primero, debemos hablar de qué son los probióticos. Ellos son microorganismos vivos que ayudan a equilibrar las bacterias que naturalmente se encuentran en nuestro sistema digestivo. Gracias a esta función, previenen algunas enfermedades siempre que se administren en las cantidades apropiadas. La mayoría de los probióticos empleados en la medicina o en los alimentos (principalmente en los yogures frescos) son levaduras y bacterias de distintos géneros.
¿Por qué es tan importante, si no estoy enfermo, mantener el equilibrio en la flora del intestino? Una microbiota equilibrada ayuda, primero, al sistema inmunitario ya que este reconoce las cepas bacterianas beneficiosas y se prepara para futuros patógenos que puedan venir. Además, estas bacterias degradan ciertos polisacaridos que nosotros no somos capaces de digerir. También, ayudan a proteger el intestino de agentes externos al frenar la multiplicación de los patógenos dañinos que consumamos.
Además de incluirse en los alimentos, son utilizados por los médicos para tratar algunas condiciones del sistema gastrointestinal. A pesar de que son muy beneficiosos para los adultos, la duda surge cuando se habla de bebés. ¿Qué tan beneficioso (o perjudicial) puede ser alterar la flora del intestino de los niños? Para responder esta pregunta, se han hecho algunos estudios que demuestran que, en las cantidades apropiadas, los probióticos pueden ser beneficiosos para tratar algunas condiciones o simplemente para potenciar el buen funcionamiento de las bacterias intestinales.
Un estudio realizado en el 2014 trabajó con 589 bebés; a la mitad se le administró un probiótico y a la otra mitad se le administró un placebo. Luego de 90 días se notó una diferencia marcada entre los que sí lo tomaron y los que no. Se tomó nota en episodios diarios de regurgitación, visitas al pediatra, hospitalizaciones y otros parámetros que indicaban la salud intestinal del bebé. Esto nos da a entender que haber administrado el probiótico pudo haber disminuido el riesgo de los bebés de sufrir trastornos intestinales. Otros estudios mostraron que agregar unas gotas del probiótico en la leche materna ayudó a mejorar los cólicos.
Algunas instituciones, como la Academia Americana de Pediatría y La Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica, recomiendan el uso de probióticos como tratamiento para algunos trastornos del sistema digestivo. Estos pueden ser diarrea provocada por un virus o por antibióticos, cólicos del lactante, síndrome del intestino irritable, estreñimiento, entre otros.
En general, los probióticos son seguros para los bebés, pero algunas fuentes científicas señalan que en casos específicos puede traer algunas complicaciones. Niños con enfermedades valvulares cardíacas, bebés prematuros o infantes con un sistema inmunitario comprometido pueden entrar en el grupo de riesgo por el uso de probióticos, En estas condiciones, las bacterias se multiplicarían de manera exagerada, causando una inflamación del tracto gastrointestinal.
A pesar de que el uso de probióticos demuestra ser de gran beneficio para los bebés, se debe consultar con un pediatra antes de administrarlos para evitar cualquier riesgo o contraindicación que pudiera surgir. Además, se deben hacer más estudios a largo plazo para ver realmente el efecto que su uso puede tener en la salud.
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